Editorial de cierre: una pasantía de casi tres décadas

Corría, si mal no recuerdo, el año 1995, cuando me acerqué a los espacios de la entonces denominada Dirección de Información y Relaciones de la UCV, en busca de una pasantía. Aunque la verdad era, no estaba muy convencido de querer iniciar un proceso de ese tipo pues no me sentía muy preparado; en ese momento, lo hice más bien para acompañar a una compañera de clase que sí mostraba interés.

Recuerdo que al llegar nos recibió amablemente el para entonces Sub Director, profesor Jesús Sotillo. Con una sonrisa cálida, muy propia de su persona, nos indicó que tal vez habría posibilidad de realizar pasantías en aquella dependencia ucevista encargada de manejar todo lo referente a las informaciones que se generaban en el seno de la Universidad Central de Venezuela.

Para la difusión de dichas informaciones, nos explicó, utilizaban el órgano informativo que por muchos años fue referencia del periodismo institucional: Hora Universitaria, emblema no sólo de la UCV sino del sector universitario, y con el envío diario de notas de prensa a los distintos medios de circulación nacional, a través de un aparato que escribiendo estas líneas vino a mi mente: el fax.

El profesor Sotillo nos pidió que regresáramos al día siguiente para ver qué posibilidad habría de hacer pasantías, y yo, que no estaba muy convencido aún, más por temor que otra cosa, asumí que de repente no habría. Sin embargo, al día siguiente me acerqué a media mañana porque salí temprano de clase, y al llegar el profesor Sotillo me dijo que a manera de prueba debía hacerle una entrevista a un músico reconocido (en ese momento no tenía idea de quién era), y que debía salir de inmediato con un fotógrafo para la casa del entrevistado. Resulta que el señor era nada más y nada menos que Aldemaro Romero.

En aquellos años el internet no existía, o más bien, estaba asomando por allí en el horizonte, así que la posibilidad de buscar inmediatamente información sobre este músico no existía. Los nervios me atacaron; sin embargo, no podía negarme, nadie me había mandado ir ese día y a esa hora a averiguar nada. Recuerdo que, en la sala de redacción de la dependencia, reconocí a lo lejos a un estudiante de la escuela de nombre Oscar Espinoza, no estudiábamos juntos, pero creo que reconoció a lo lejos lo aterrado que estaba y me preguntó si iniciaría pasantías, a lo cual contesté: No creo, me acaban de poner una prueba.

Con algo de vergüenza reconocí que sabía muy poco del músico a quien me habían encomendado la tarea de entrevistar, y él, como no tenía pautas asignadas, me dijo: tranquilo, yo te acompaño para que veas cómo se aborda este tipo de pautas. Agradecí enormemente aquel gesto. Salimos volando, porque nos esperaban.

Fuimos recibidos por el propio Aldemaro Romero, quien, a pesar de nuestra juventud, nos trató como periodistas expertos del área, o por lo menos así me sentí, lo cual permitió que las interrogantes fluyeran, y que más que una entrevista fuera una conversación con una persona que se abría a contar y a compartir retazos de su vida personal y profesional.

Regresamos con aires de satisfacción por la misión cumplida, y luego de las preguntas por parte del profesor Sotillo, éste me invitó a redactar de inmediato porque faltaba esa nota para el cierre de la publicación. Nuevamente, las piernas me temblaron, porque, aunque me gustaba escribir, aún no había cursado las materias en las que debía recibir la formación requerida para poder llevar a cabo redacciones periodísticas. No obstante, me atreví más por instinto que otra cosa, hice mi entrega, y estaba con la duda de si había pasado la prueba o no. Al parecer, sí, porque luego de eso, no me desconecté, salvo un leve receso una vez graduado de Comunicador Social, hasta hace menos de tres semanas (principios de marzo de 2024).

Sería muy larga esta historia si me dedicara a contar lo vivido y experimentado en esta dependencia. Desde el primer día y hasta el último, me sentí un pasante en esta dirección, porque cada día fue de aprendizaje. En cada pauta, cada evento, cada situación de conflicto, cada actividad… aprendí. Esta vivencia profesional me enseñó. Tuve la bendición y la dicha de conocer la UCV como estudiante, como pasante, como profesional. De la universidad me llevo muy gratos recuerdos. Y si hay algunos ingratos, prefiero que queden almacenados en el olvido.

En esta historia de años, de igual forma, me quedaría corto y correría el riesgo de incurrir en omisiones si dejo de mencionar a alguien. En este algo largo período vital, compartí con muchas personas, excelentes profesionales, pero más que eso, excelentes seres humanos.

Vivimos buenos y no tan buenos momentos, pero la experiencia siempre dejó aprendizajes. Periodistas, fotógrafos, camarógrafos, técnicos de radio y televisión, informática, productores audiovisuales, diseñadores y diagramadores, personal de apoyo del área de limpieza, recepción, mensajería, seguridad, administración… En fin. En la Dirección de Información y Relaciones, o Dirección de Información y Comunicaciones, o mejor, en Prensa UCV, siempre me sentí en familia. Una que, como toda familia, tenía de todo, y de cada miembro aprendí.

Por eso no me siento jubilado, porque uno no se jubila de los afectos, y mucho menos de la familia; y la UCV, y especialmente la Dirección de Información y Comunicaciones, fue, es, y seguirá siendo, mi familia, y uno para la familia siempre quiere lo mejor, y sé que a esta familia Dios seguirá abrazándola y guiándola en el ejercicio de sus funciones.

Y, bueno, somos definitivamente lo vivido. Cierro un ciclo laboral y profesional en el que circunstancialmente me tocó estar al frente de esta dependencia, y en la que intenté guiar los destinos de nuestra familia. Hubo años duros, pero también muy buenos. Unos y otros son parte de la vida.

Cuando en aquella oportunidad me acerqué a preguntar por la posibilidad de hacer pasantías, no pensé nunca que fuera la pasantía más larga de mi vida, y por ello, doy gracias a Dios, y a quienes me recibieron y me dieron la oportunidad de aprender como pasante, periodista, productor. A todos los directivos de esta dependencia que me guiaron, Gladys Ferrer, Jesús Sotillo, Acianela Montes de Oca, Eucaris Piñero, Luis García, Adolfo Herrera y, por supuesto, Maribel Dam, quien me dio la oportunidad de aprender como Sub Director, y luego como Director, agradezco su legado y enseñanzas.

¡Gracias familia de DIC, por haberme recibido como pasante y haberme aceptado como su Director! ¡Fue un honor y un privilegio haber servido para y con ustedes, a pesar de todos mis temores y desaciertos!

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